Como prometimos hace unos días, toca hablar de Pesadillas y alucinaciones, de Stephen King, miniserie de ocho episodios basada en otros tantos relatos del proclamado Rey de la Literatura de Terror Contemporánea, y que acaba de finalizar en su emisión en Cuatro.
El canal español, al parecer, no ha ofrecido los episodios en el orden original de su emisión en Estados Unidos. Tanto da, porque se trata de historias absolutamente independientes unas y de otras; y porque, lamentablemente, cuando hablamos de su calidad intrínseca solo podemos dar malas noticias.
De la pluma de King han salido novelas y relatos que se han visto adaptadas a la gran pantalla con mayor o menor fortuna: al menos cuenta con una obra maestra absoluta, El resplandor; y con películas de probada calidad como Carrie de De Palma, La zona muerta de Cronenberg o Misery de Rob Reiner. También ha habido bodrios, pero la mayoría se ubicarían en una medianía de disfrute tan inmediato como inmediata es su caída en el olvido.
Bastante de esto hay en esta miniserie, que arranca con el tópico (y típico de King) El virus viaja por la autopista del norte, donde Tom Berenger interpreta a un sosias del propio King, un exitoso escritor que padece un tumor cerebral y que viaja por la carretera con el cuadro de un joven artista suicida que, como si de la pintura de Dorian Gray se tratase, va reflejando los acontecimientos con los que el protagonista se encuentra a su paso.
Más cargada de humor negro, pero no por ello muy superior, es Sala de autopsias n.º 4, que basa su devenir argumental en los aterradores pensamientos de un presunto cadáver (Richard Thomas, que ya encarnó a un personaje de King en It), en realidad mordido por una extraña serpiente que lo ha inmovilizado por completo, a manos de una doctora forense (Greta Scacchi) que no repara en que él está vivo.
El tercer episodio (al menos en España; en América fue el primero) es Campo de batalla, con diferencia el mejor de toda la serie: un estoico asesino a sueldo (William Hurt), después de llevar a cabo uno de sus trabajos, ve su domicilio asaltado por pequeños muñecos de juguete que cobran vida para acabar con él. Como apuntes a destacar, señalar que es un episodio dirigido por Brian Henson (hijo de Jim Henson, especialista en autómatas) y que carece por entero de diálogos.
Lamentablemente, la calidad vuelve a bajar en El último caso de Umney: el siempre excelente William H. Macy no puede levantar el interés de este caso de desdoblamiento de personalidad y de ambiente y atmósfera que homenajean claramente al género negro y que vuelve a protagonizar la figura de un escritor (una constante en King: recuerden títulos como El misterio de Salem's Lot, La mitad oscura, La ventana secreta o la citada El resplandor).
La siguiente historia, El quinto fragmento, se aleja de las coordenadas del terror, pues es un thriller policiaco en toda regla... aunque lamentablemente también soporífero y de escasa relevancia. Sus protagonistas son Jeremy Sisto (A dos metros bajo tierra) y Samantha Mathis (Broken arrow).
Hacia el final de la serie esta gana algo en calidad, sin llegar a los niveles de Campo de batalla. Algo de interés tiene Crouch End, donde dos norteamericanos (Eion Bailey y Claire Forlani) vivirán una pesadilla en Londres, al perderse yendo a una cena de negocios y acabando en un misterioso barrio que parece estar fuera del tiempo y del espacio. Se trata de una historia con obvias reminiscencias de la narrativa de Lovecraft y de la osadía argumental del giallo italiano.
El final del desastre entronca con la línea sentimental de King, sin que por ello desmerezca su dignidad como narración: Ron Livingston (Blood brothers) es el hermano de Henry Thomas (E.T. El Extra-terrestre), casi un mesías que se había propuesto liberar al mundo del odio y la violencia... con consecuencias terroríficas. Una narración apocalíptica, pues, contada en primera persona por Livingston a una grabación en tiempo real.
La serie concluye con el curiosísimo ¿Sabe? Tiene un grupo de la leche, donde una pareja (Steven Weber y Kim Delaney) se pierden en el bosque y van a parar a una ciudad donde viven los iconos muertos del rock’n’roll (tal como lo oyen), donde Elvis Presley es el alcalde y Ottis Reding el sheriff. Lo que podría quedarse en un simple chascarrillo (ver a los émulos de estos y de Janis Joplin, Roy Orbison, Buddy Holly o Jimi Hendrix, por citar algunos) consigue devenir en una pesadilla de triste y melancólico final, basada en la degeneración de la pareja y en los diferentes sueños de unos y otros.
Como puede verse, historias varias pero cuya media es tristemente mediocre. Esperemos que el próximo acercamiento televisivo a la obra del escritor de Maine (que tengan por seguro que se dará) esté en manos de guionistas más ocurrentes y directores menos domesticados.
Entre las obras de King adaptadas al cine (y que se pueden ver sin llorar de tristeza), añadiría LA MILLA VERDE y la excelente CADENA PERPETUA
ResponderEliminarA mi pesadillas me gusto me parece una serie bastante buena en los tiempos que corren
ResponderEliminarPues yo solo vi la primera de la serie (la del cuadro) y no volví a ver ninguna. No me gustó, me pareció algo simplona... En el género de terror una serie que ha tenido más éxito aunque su calidad es bastante inconstante es la de Masters of Horror, algo así como lo que Ibañez Serrador hizo hce poco para T5, Películas para no dormir, pero la versión norteamericana tuvo tanto éxito que ya tiene tres temporadas, la del español no logró estrenarse completamente en televisión.
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