miércoles, 27 de junio de 2007

Hostel 2: Víctimas y verdugos

En su día nos gustó mucho Hostel, la segunda película de Eli Roth tras la decepcionante Cabin fever: nos gustó por sus escasas concesiones a la galería, por su brutalidad gráfica, por su visión política del género de terror, y por mostrarnos una realidad más terrible que la peor de las pesadillas. Y nos gustó tanto que le dedicamos toda una columna de Abandonad toda esperanza.



Por tanto, el estreno de Hostel 2, protagonizada por Lauren German, Bijou Phillips y Heather Matarazzo, era una cita poco menos que ineludible, que a pesar de algunos altibajos se ha saldado como suficientemente satisfactoria.



Ni que decir tiene que la sorpresa de la primera entrega se ha perdido, pues la estructura de esta secuela es casi idéntica a la de la cinta original. Pero Roth y su equipo (que cuenta con Quentin Tarantino como productor ejecutivo) han sido lo suficientemente astutos como para introducir algunas novedades que, gracias a Dios, no se quedan en mera apariencia.



En esta ocasión las protagonistas son femeninas, frente al trío masculino de Hostel... de los cuales se recupera a Jay Hernandez en las primeras escenas de la secuela, que se presenta así como una continuación inmediata de la acción donde se quedó al final de la entrega anterior.



De esta forma, Roth consigue diferenciar la conducta de ambos géneros (el sexo, aunque no desaparece, está mucho menos presente como motor desencadenante de la acción), y al mismo tiempo logra que sus personajes parezcan más vulnerables (al menos físicamente), que no más ingenuos, que los del primer film.



Por si esto fuera poco, se da más importancia a la figura del verdugo: los individuos que contratan los servicios de la organización secreta criminal que facilitan la tortura y el asesinato, representados aquí por los actores Roger Bart y Richard Burgi (que ya habían coincidido en el reparto de la serie Mujeres desesperadas), tienen más presencia y, por tanto, matices, que los de la primera película.



Con Hostel 2 Eli Roth demuestra tener una sensibilidad más cercana al cine de terror europeo que al norteamericano (la presencia de Edwige Fenech como profesora de dibujo no es casual), con una manera de ver el mundo y de plasmarlo en escenas (pienso en la escena de la castración, y sobre todo en la secuencia a lo Elizabeth Bathory, la Condesa Sangrienta) que nos recuerda al mejor exploit italiano, de Mario Bava a Dario Argento, sin renunciar, al igual que estos últimos, a un sentido del humor bien malsano.



En definitiva: una película verdaderamente entretenida, que sin estar a la altura del film anterior supone una digna secuela que no se limita a repetir lo mismo, aunque en algún momento pueda parecerlo.

[Imagen 1.ª: Eli Roth en el rodaje del film.]

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