De un tiempo a esta parte el cine de terror se ha convertido en algo mimético, que se alimenta de sí mismo, y no solo a base de secuelas y remakes, sino de plagios descarados de tramas, planos e ideas visuales de una a otra película, de una a otra producción nacional. Y este fenómeno es algo que también ha llegado a España.
Por ello es de agradecer, cuando el 95 % del cine de terror que se estrena imita al cine del género norteamericano (y últimamente, también al japonés y al coreano), la realización de una película como La sombra de nadie.
El film, ambientado en 1967 en un perdido pueblo de los Pirineos, arranca con el hallazgo del cadáver de una niña, que se había escapado del internado, medio inmersa en las aguas de un humedal. A dicho pueblo llega Marco, un maestro retirado que busca paz para un tormento que corroe su alma...
Con esta película Pablo Malo, director que debutara en el largo con el drama Frío sol de invierno, cambia de registro y filma una historia de fantasmas clásica, con una intriga que funciona convenientemente y que se va desvelando poco a poco.
Con todo, no es su argumento lo mejor de La sombra de nadie: si la película merece bastante la pena es gracias a su ajustado reparto (donde cabe destacar al protagonista, José Luis García-Pérez, así como a la veterana María Jesús Valdés o a Manuel Morón, secundario de lujo del cine español más reciente, visto en El Bola o Smoking room), y sobre todo al buen oficio narrativo de Malo, que mueve la cámara lo justo y con elegancia. Todo ello sin olvidar el placer de ver una película a la antigua usanza, donde los fantasmas son convocados sin necesidad de efectos especiales digitales, haciendo uso del simple pero eficiente maquillaje y la composición del plano y la escena.
Así pues, sin ser nada del otro jueves, es un film que está muy por encima de la media, tanto del cine de terror de hoy, como del último cine español. Y que por tanto merece la pena recuperarse.
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