domingo, 13 de mayo de 2007

Borrachera de poder: En todas partes cuecen habas

El estreno de una película de Claude Chabrol siempre es motivo de celebración: por más que luego el film no sea de lo mejor de su director, siempre estará por encima de lo que estamos habituados a disfrutar o padecer en una sala de cine.



Este es el caso de Borrachera de poder, su nueva y enésima colaboración con la actriz Isabelle Huppert, y un film al parecer inspirado en un caso real acontecido en Francia: el de un escándalo de malversación de fondos, donde un empresario es acusado de hacer uso ilícito de capital de su negocio para beneficio público, un caso que una jueza de instrucción se propone sacar a relucir.



La película es menos oscura que trabajos como La ceremonia o La dama de honor, y menos ambigua que En el corazón de la mentira o Gracias por el chocolate, todas ellas cintas superiores a esta. Y es que el único problema de Borrachera de poder es que no nos cuenta nada que no sepamos ya, si bien el dibujo que Chabrol hace de los empresarios, mafiosos que han cambiado las pistolas por teléfonos móviles y las amenazas de muerte por ascensos laborales o ingresos en cuentas bancarias, no es por conocido menos desternillante.



No obstante, el buen hacer del veterano realizador, compañero de Godard, Truffaut, Rohmer o Rivette dentro de la célebre Nouvelle Vague, se nota en unos diálogos perfectos, meticulosos, capaces de describir a un personaje en apenas una frase; así como en el trabajo con los actores: decir que la Huppert está perfecta en su cometido es cuestión baladí, pero podemos señalar el espléndido trabajo de Robin Renucci como el marido de la protagonista, Thomas Chabrol (hijo del cineasta) como el sobrino de este último, y muy especialmente François Berleand como Humeau, el empresario acusado y encarcelado.



Otra cuestión innecesaria sería señalar que la película está basada en hechos reales, una cuestión esta que trasciende a la prensa especializada aunque Chabrol sea lo suficientemente inteligente y cínico, como todo su cine, para negarlo en el texto inicial... Ya saben, el consabido "cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia". Y es que no es difícil coincidir con una realidad corrupta: como ocurría con la española La caja 507 de Enrique Urbizu, el film de Chabrol puede estar, lamentablemente, inspirado en multitud de casos reales.



Finalmente, la abrupta conclusión del film deja bien claro que estamos ante una historia sin final, y donde, como ocurría en Infiltrados de Martin Scorsese (una película, por otra parte, bien distinta a esta Borrachera de poder), se demuestra que aquí nadie gana o pierde una guerra interminable. Solo se trata de ganar o perder batallas.

[Fotografía 1.ª: Claude Chabrol.]

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