Desde que se publicara por vez primera en 1935, El circo del Dr. Lao de Charles G. Finney se ha venido convirtiendo poco a poco en un clásico de culto de la literatura fantástica; no se ha enfrentado con otras novelas del género como Drácula de Bram Stoker o El Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien, pues ha jugado a otro nivel: el de esos libros de los que muchos hablan pero no todos han leído, y cuyo prestigio va creciendo gracias a las enfebrecidas recomendaciones de quienes han experimentado el placer de perderse en sus deslumbrantes páginas.
Ahora, un servidor se suma incondicionalmente a la sociedad más o menos secreta de admiradores de este clásico del género, poco después de recuperarlo en su última e impecable edición española, publicada el año pasado por Berenice, y que cuenta con las fascinantes ilustraciones que Boris Artzybasheff realizó para la edición original, así como un breve pero revelador prólogo del escritor argentino afincado en Barcelona Rodrigo Fresán, excelso admirador de Finney, y un ilustrativo epílogo del traductor de la obra, Mario Jurado.
El argumento de El circo del Dr. Lao es sencillo de describir: en las primeras décadas del siglo XX, en un día de agosto, llega al pequeño pueblo de Abalone, Arizona, un misterioso circo dirigido por un igualmente enigmático oriental que responde al nombre de Lao, y que cuenta con un retablo de maravillas donde no faltan una quimera, un unicornio, un perro verde, una esfinge, un sátiro, una mujer lobo o un mago y adivino de facultades impresionantes. También cuentan con una extraña criatura peluda que a algunos ciudadanos de Abalone les parece un oso y a otros un hombre peludo. Para algunos, se trata sin duda de un ruso.
Ni que decir tiene que la presencia de esta parada de los monstruos (por usar el título español de Freaks, de Tod Browning, película con la que el libro de Finney está indudablemente emparentada) alterará las vidas de los habitantes de tan aburrida localidad... así como la percepción del lector: Finney se vale de la ambigüedad implícita en todo texto literario y en su capacidad de generar imágenes imprecisas en el imaginario del lector, que nunca sabe a ciencia cierta qué está viendo él y los ciudadanos de Abalone.
Por eso no es de extrañar que Las siete caras del Dr. Lao, la adaptación cinematográfica de 1964 dirigida por George Pal y protagonizada por Tony Randall, fuese un estrepitoso fracaso: el séptimo arte es demasiado explícito y unívoco para un texto de las características de la novela de Finney.
El libro, que se devora con ansia, concluye con el ya célebre "El catálogo", un colofón donde Finney, a medio camino entre las relaciones imposibles de Jorge Luis Borges, las clasificaciones marcianas de Georges Perec y el Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce, enuncia en veinte desternillantes e inquietantes páginas todo el elenco de personajes, cotidianos y mitológicos, así como de ciudades, materiales e incluso dudas que van surgiendo en las páginas previas de su novela. Se trata de una relación que bebe de la literatura del absurdo, y que como el mismo libro reza, se trata de una explicación de lo obvio que ha de ser leída para ser apreciada... porque de obvio, como todo El circo del Dr. Lao, tiene poco.
Y es que, como bien afirma Fresán en el citado prólogo, ante la duda de si la criatura peluda es un oso, un ruso, u otra cosa, el lector de El circo del Dr. Lao sospecha inevitablemente que se trata de, precisamente, otra cosa. Como la misma novela de Finney: otra cosa... imprescindible en cualquier biblioteca que se precie.
El circo del Dr. Lao
Charles G. Finney
Córdoba, Berenice, 2006
160 pp. - 15 €
Ya lo tengo,a ver que tal....la verdad es que no conocia este titulo,pero despues de tu "reseña",no he podido evitar comprarlo.
ResponderEliminarSaludos
Estoy leyéndolo y la verdad es que es desternillante, además de fresco, ingenioso. Una joya
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