A estas alturas es indudable que Edward Zwick es un cineasta sin pretensiones, un artesano al estilo del viejo Hollywood (al menos en su intención y método de filmar), que se adapta al material con el que trabaja, y cuyos resultados dependen mucho de la calidad del guión y los intérpretes que le hayan tocado en suerte.
Con todo, Zwick se ha especializado en cintas más o menos épicas, bigger than life. Así lo demuestra que en su filmografía se aglutinen títulos como Tiempos de gloria, Leyendas de pasión o El último samurái, todas ellas películas que sin ser despreciables tampoco están a la altura de lo que prometen en un principio. Ahora, con Diamante de sangre, consigue el que quizá sea su mejor trabajo, junto con la emocionante Estado de sitio.
Basándose en hechos reales acontecidos en Sierra Leona, país africano cuya economía se sustenta (es un decir) sobre el tráfico ilegal de diamantes, Diamante de sangre está protagonizada por Danny Archer (Leonardo DiCaprio), un traficante de piedras preciosas cuya conciencia social se despierta gracias a la intervención de una periodista (interpretada por Jennifer Connelly) y de un pescador nativo, al que encarna un estupendo Djimon Hounsou, que se ha visto separado de su familia y obligado a buscar diamantes bajo las aguas de un río.
La historia de Diamante de sangre la hemos visto ya varias veces en el cine de Hollywood: la del tipo sin escrúpulos que se da cuenta de que todavía puede redimirse. No obstante, el film de Zwick entronca con cierta voluntad por hacer un cine más adulto de lo habitual, de ahí que las verdaderas intenciones del personaje de DiCaprio no estén nunca nada claras, y que sus actos sean de todo menos encomiables.
El resultado final es un trepidante film que consigue que su considerable duración (más de dos horas y cuarto) se pase como un suspiro, por más que muchos giros de la historia sean predecibles, pues consigue implicar emocionalmente al espectador con un drama real espeluznante... aunque esté tamizado por la estética del espectáculo. Y es algo que no es poco en los días que corren.
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