Aparentemente, un film como Ases calientes supone el triunfo de la forma sobre el fondo: sus responsables, comandados por el director Joe Carnahan, buscan ante todo ofrecer un producto basado en la velocidad, que parece querer aunar el retrato de personajes y diálogos inspirados en el cine de Quentin Tarantino con la estética videoclipera del Guy Ritchie de Lock & Stock y Snatch (Cerdos y diamantes).
Al cine de Ritchie responde la presentación de los distintos personajes de la trama, con carteles sobreimpresos especificando sus nombres y oficios, todo ello conducido por el personaje de Ben Affleck y sus amigos (Martin Henderson y el actor y director Peter Berg), un trío que funciona casi como meros narradores en off del arranque de la historia para luego desaparecer prematuramente (con un matiz que no desvelaremos aquí).
Una vez establecido el tablero, Carnahan se limita durante casi todo el metraje en mover sus piezas en él, de forma que el único interés es comprobar cómo acabará todo, y quién de los múltiples asesinos (un trío de paletos nazis, un torturador del este, un sicario experto en el arte del disfraz, y dos asesinas en serie, una de ellas encarnada por la cantante Alicia Keys) conseguirá matar a Buddy 'Ases' Israel, testigo protegido contra la mafia al que interpreta Jeremy Piven.
Es en la parte final cuando el tono paródico de la cinta se mitiga, en beneficio de una explosión de violencia y de la resolución del enigma que está detrás de toda la operación, algo inverosímil pero que funciona como elemento metafórico, como ocurriera con la igualmente increíble (y esta sí soberbia) Cara a cara de John Woo. Es entonces cuando Ases calientes se cierra con una escena memorable, antológica, un canto a la rebeldía del (anti)héroe como no se veía desde el 'Snake' Plissken de 2013: Rescate en L.A.
Cabe preguntarse si Ases calientes no sería mucho mejor película si eliminase elementos puntuales que no aportan nada a la trama (como el episodio del niño karateka) o suavizase los más paródicos (el trío de asesinos fanáticos de Hitler), y cargase más interés en los aspectos más sobrios de la historia. Porque no cabe duda de que resultan más fascinantes los sobrios agentes del FBI (el subdirector interpretado por Andy García, y los agentes de campo a los que dan vida Ray Liotta y Ryan Reynolds, ambos lo mejor del film) que la caterva de criminales a los que Carnahan da especial protagonismo.
Que Ases calientes es un entretenimiento resuelto con oficio, es algo que no dudamos; pero tampoco dudamos en añorar la sobriedad y el rigor demostrados en su anterior película, Narc. En esta ocasión, Carnahan ha querido volver a sus orígenes (la igualmente tarantiniana Balas, sangre y gasolina) en lugar de seguir el estilo impuesto en la cinta protagonizada por Jason Patric y Ray Liotta.
Ahora queda esperar para comprobar si Carnahan sigue ofreciendo una de cal y una de arena, porque su próximo proyecto (la adaptación de Jazz blanco de James Ellroy, producida y protagonizada por George Clooney) es uno de esos films que piden más nitroglicerina y menos fuegos de artificio.
Pero, pero... entonces es buena o no, voy a verla o no?
ResponderEliminarEse cartel mola lo suyo. ¿Lo censuraron sólo en España?
ResponderEliminarSr. Adri, qué indeciso es ud, pensé que quedaba claro: está bien... si no se le piden peras al olmo, y se le disculpan inverosimilitudes y sobre todo barrabasadas y humor grueso. Es un producto entretenido y con algún momento estupendo. Pero ya está.
ResponderEliminarSr. Censuradito... Veo que se está convirtiendo en un experto en el tema. ¿Para cuándo una tesis? :-)