lunes, 15 de enero de 2007

Un jardín olvidado en el espacio

Naves misteriosas es una de las películas más personales e interesantes de la ciencia ficción de los años 70. Influenciada sin duda por el intento de acercar un género popular a lecturas más adultas del mismo, algo que originó el estreno en 1968 de 2001: Una odisea del espacio, así como por los movimientos contestatarios originados por el conflicto bélico de Vietnam y la desesperanza por la traición de los altos dignatarios (Nixon y el Watergate), parece una película de naves escrita por Ken Kesey o Allen Ginsberg.



Este film relata que nuestro planeta se ha convertido en territorio estéril, y que la vegetación apenas sobrevive en invernaderos ubicados en naves espaciales. Cuando los gobiernos deciden finalizar el proyecto y destruir dichas reservas naturales, un astronauta y botánico enloquece y decide asesinar al resto de la tripulación y salvar el invernadero de su estación...



El responsable del film, Douglas Trumbull, se inició en la dirección con la misma, tras unos años como técnico de efectos especiales desde que debutara con, curiosamente, el citado 2001 de Stanley Kubrick. Del resto de responsables del film hay que destacar a los coguionistas Michael Cimino (que también debutó en el cine con Naves misteriosas, dos años antes de empezar una carrera como director que nos ha dado títulos como El cazador o La puerta del cielo) y Steven Bochco (que luego se haría célebre por producir series televisivas como Canción triste de Hill Street, La ley de Los Ángeles o Policías de Nueva York). Asimismo, señalar la significativa presencia de la voz de Joan Baez cantando el tema principal del film.



Así pues, estamos ante una interesantísima muestra de ciencia ficción especulativa, un film de naves introspectivo al más puro estilo de Solaris de Tarkovski (y de Soderbergh, que hizo un remake con George Clooney hace unos años), y que cuenta con escenas realmente memorables, como cualquiera de las que muestra la interacción entre el protagonista (un estupendo Bruce Dern) y los robots a su servicio, o ese impresionante final que no desvelaremos aquí.

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