A veces resulta muy fácil separar al hombre del artista, y no siempre aquel cuya obra admiras ha de parecerte que como persona sea un ejemplo a seguir. Mel Gibson es un buen ejemplo de ello: cada vez que hace algunas declaraciones de índole social, política o religiosa, entran ganas de mandarle callar y de decirle aquello de zapatero a tus zapatos.
Porque el hecho de que Gibson tiene talento como actor y, sobre todo, director, es algo que nadie negará. En esta última faceta suya, desde que debutase con la intimista y nada conciliadora El hombre sin rostro, ha enlazado ya cuatro filmes, de los cuales ninguno está exento de interés.
La gloria de los Oscar la cató con Braveheart; el polémico éxito de taquilla y el pasar a la Historia del Cine por varios motivos lo logró con La Pasión de Cristo. Ahora, con Apocalypto, rodada como la anterior en una lengua muerta, logra la que quizá sea la mejor película de las cuatro.
Y es que a Gibson le ha sentado bien echar fuera el lastre de la trascendencia, presente en la historia real de William Wallace y sobre todo en el brutal retrato de las últimas horas de Jesús de Nazaret, y centrar su atención en captar en los fotogramas de Apocalypto el sentido de la épica.
El film arranca con el retrato del buen salvaje, representado por una pequeña tribu maya en los albores de un nuevo mundo (que descubriremos al finalizar la cinta). La placentera tranquilidad de su vida cotidiana se ve sacudida con el ataque de otra tribu enemiga, que capturarán a gran parte del pueblo para venderlos como esclavos...
Deudora de cintas como El último mohicano de Michael Mann, Apocalypto no es otra cosa que una espléndida muestra de cine de aventuras, un género que no suele estar presente en la cartelera contemporánea, y cuando lo está se manifiesta de forma harto suavizada y para todos los públicos (¿les suena la saga de Piratas del Caribe?). En cambio, en Apocalypto, Gibson (que nunca se ha andado con chiquitas al respecto) carga las tintas en la violencia descarnada, y demuestra que sabe accionar los resortes de la emoción, del descenso a los infiernos a la reconfortante venganza, logrando una película de gran fisicidad, trepidante y emocionante, y donde las más de dos horas y cuarto que dura se pasan en un suspiro.
Hombre, no se lo tome tan a pecho...
ResponderEliminarPor cierto, llevo días ardiendo en deseos de leer su crítica de EL PRESTIGIO...
Es que con peliculones de este calibre es dificil no estar de acuerdo.
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