Quienes esperen de Hollywoodland una película de cine negro al más puro estilo L. A. Confidential, por aquello de la época en la que transcurre la acción y por narrar un (posible) crimen en un marco cercano al mundo del espectáculo, se sentirán profundamente defraudados: no es esta película una radiografía de la corrupción moral de una parte de la sociedad, sino la historia personal de dos hombres, George Reeves y Louis Simo.
El primero existió realmente: fue el Superman televisivo de los años 50, que acabó quitándose la vida. El segundo, detective encargado de investigar su muerte, es una invención del guionista del film, Paul Berbaum... el cual aúna con soltura realidad y ficción en esta recreación de lo que pudo ser el suicidio (¿el asesinato?) de George Reeves.
Como obliga el argumento, el devenir del film transcurre entre el pasado y el presente, logrando en alguna transición (por ejemplo, en la recreación final del suicidio de Reeves, contemplado por el investigador desde la calle) muestras de gran cine. A ello contribuye la magnífica reconstrucción de una época por parte del equipo de dirección artística de la cinta.
No obstante, la realización de Allen Coulter es en ocasiones demasiado académica, poco arriesgada, televisiva en la peor de sus acepciones. Nada extraño de alguien que proviene de la pequeña pantalla, pese a haber trabajado en series de probada calidad como Expediente X, A dos metros bajo tierra, Roma o, sobre todo, Los Soprano. Pero en este su debut en la pantalla grande parece en ocasiones querer filmar una película que sea del gusto de todo el mundo; quizá sólo en la falta de resolución (por otro lado, imposible si no se quiere fabular libremente con el material de partida) encontramos un rasgo atrevido por parte de sus responsables.
Lo mejor del film son dos elementos muy concretos: por un lado, sin duda alguna, los actores, desde Adrien Brody a la siempre magnífica Diane Lane, pasando por un Ben Affleck que nunca ha estado mejor, y que confiere gran verosimilitud (quizá por sus propia carencia de registros) a su recreación de George Reeves.
Por otro lado, hay que destacar el retrato que hace la película de George Reeves y su dualidad como intérprete limitado y como héroe de niños y adultos: un actor engullido, como Bela Lugosi o Johnny Weissmuller, por el papel que le dio la gloria, y que acabó sumiéndolo en la más profunda de las depresiones. Y es que, como le dice el personaje de Brody a su hijo, todo lo que sale por televisión es mentira. No existen los hombres invulnerables, y todos los ídolos tienen pies de barro. Y él, como Reeves, lo sabe mejor que nadie.
Es una peli que esta bien, pero ni de coña la obra maestra que dice algun critico. Efectivamente lo mejor los actores y la escena de Superman saliendo de espaldas.
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