Dejando a un lado a los analfabetos, reales y funcionales, debo ser una de las pocas personas en el mundo que no ha leído la novela de Patrick Süskind El perfume. Pero ello me ha permitido ir a ver la versión cinematográfica de Tom Tykwer libre de todo prejuicio.
La historia funciona en la gran pantalla. Por más que muchos fanáticos de la novela original saquen a relucir lo inadaptable de muchos logros de la misma (algo que, obviamente, no se discutirá aquí), la narración sobre las desventuras de Jean Baptiste Grenouille es muy cinematográfica: se basa en mostrar su vida desde el mismo arranque (los orígenes del monstruo) a su final, mientras el espectador es testigo de todo ello desde su butaca.
Ya había visto algunas películas anteriores de Tykwer, como las dos que le dieron fama, Corre Lola, corre y La princesa y el guerrero. Incluso una anterior, Winter sleepers, menos conocida pero quizá superior a las otras dos. Por ello podemos ser testigos ahora de la domesticación de un cineasta tan moderno, con todo lo bueno y malo que ello implica. Y es que El perfume está hecha con la (lógica) intención de gustar a todo el mundo: a los admiradores de la novela, y a poder ser también a los pocos que no la han leído, como un servidor. Pero allí donde Tykwer gana en academicismo, lo pierde en capacidad de sorprender. Lo que resulta indudable es que El perfume podría abrirle a Tykwer las tentadoras puertas del cine de Hollywood.
Lo mejor del film, sin duda alguna, su brutal arranque y su desatada media hora final, tan romántica como Julio Medem, tan exagerada como Derek Jarman, bordeando en todo momento la delgada frontera entre lo ridículo y lo sublime, y decantándose a mi parecer hacia esto último. Habría que citar también a los actores, sobre todo al protagonista Ben Whishaw, de presencia inquietante e indudablemente carismático, y a Dustin Hoffman, actor que lleva años construyendo una filmografía incontestable, y que en apenas unas escenas se convierte en lo mejor de la función.
Ahora sólo cabe preguntarse qué habría sucedido si el fallecido Stanley Kubrick hubiera conseguido llevar a cabo su proyecto de adaptar el texto de Süskind. ¿Habría sido una buena película más de su director -el autor de Lolita jamás hizo una mala película-, o contaría el séptimo arte con otra indiscutible obra maestra? Porque El perfume de Tom Tykwer no lo es, aunque cuente con ideas y momentos aislados que podrían hacer que lo parezca. Lo que no es poco.
Servidor es forofo de la novela y considera que la adaptacion es buena. Lo pase bien y la disfrute. Ahora, eso si, la pelirroja ni se acerca a lo que yo habia imaginado.
ResponderEliminarAy, maldito fetichismo.
Es lo que tiene la sublimación...
ResponderEliminarLástima que no esté de acuerdo en la apreciación sobre Hoffman (un actor caduco) y Medem (es algo visceral).
ResponderEliminarEl Perfume, según Doc Moriarty
Pues lo de Medem lo comprendo, me parece lógico tanto que guste como que irrite. Pero lo de Hoffman...
ResponderEliminarY no lo lamente, hombre, que para eso estamos, para disentir...