viernes, 8 de diciembre de 2006

El otro American Gothic

Pequeña Miss Sunshine ha sido uno de los indudables sleepers del presente año, desde su revelación en el Festival de Sundance apadrinado por Robert Redford. Y es que se trata de una de esas películas concebidas con la voluntad de gustar a todo el mundo. Y en este caso, lo han conseguido.



Estamos ante un film que parece querer aunar la vocación por ser heterodoxos de cineastas como Wes Anderson o Alexander Payne con el deseo de ser comercial y mantenerse en cartel durante meses. Y es que si los autores de Los Tenenbaums, Life aquatic, A propósito de Schmidt o Entre copas no hacen precisamente concesiones de cara a la galería, los directores de Pequeña Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris, acaban por defender los valores conservadores de la familia, a pesar del envoltorio indie de su trabajo.



Esto no quita que la película funcione a la perfección, gracias a un guión bien construido, a la verosimilitud de los personajes y, sobre todo, a la labor de un reparto ajustadísimo, donde es de justicia destacar al veterano Alan Arkin (al que ojalá viéramos más en la gran pantalla) y a Steve Carell, la revelación de Virgen a los 40 y que, a poco que tenga suerte en la elección de sus próximos papeles, dará que hablar bastante.



El mayor logro de la cinta es que, una vez finalizada y habiendo asistido al certamen de "Little Miss Sunshine", cuyo desenlace no revelaremos aquí, el espectador descubre que el gótico americano más terrorífico no es el de La matanza de Texas o Las colinas tienen ojos, sino que se esconde entre los fotogramas de películas aparentemente tan divertidas y para todos los públicos como esta Pequeña Miss Sunshine, al fin y al cabo una road movie por parajes tan inquietantes como los de los mencionados clásicos del cine de terror.

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