¿De qué manera hay que separar al hombre de su obra? ¿Puede interesarnos la vida de un defensor de la pornografía gráfica mucho más que la de uno de los más grandes pintores de la Historia, aun cuando sepamos que el hecho de que el primero no hubiera nacido nunca no habría supuesto una pérdida tan grande para la Humanidad como la no existencia del segundo?
Al parecer, puede suceder. Y es que aun siendo una película digna, Los fantasmas de Goya de Milos Forman no interesa tanto como las peripecias del alocado protagonista de El escándalo de Larry Flynt o las muestras de humor absurdo de Andy Kaufman en Man on the moon, anteriores y magníficas obras de este realizador checo.
Y es que nadie se esperaba un nuevo Alguien voló sobre el nido del cuco, o un nuevo Amadeus, sus dos más grandes éxitos hasta el momento. Pero es que hasta las películas protagonizadas por Woody Harrelson y Jim Carrey nos resultan de más interés que este nuevo trabajo, sobre todo por la fascinante personalidad de sus personajes centrales.
Eso sí, que nadie se llame a engaño: Los fantasmas de Goya no es una mala película, y tiene bastantes apuntes que justifican con creces su visionado. Por una parte, no estamos ante un biopic convencional del pintor, sino una historia protagonizada a tres bandas (Stellan Skarsgard, Javier Bardem y Natalie Portman son sus intérpretes principales) cuyo mayor interés y atractivo radica en el reflejo de una de las épocas más oscuras de nuestra Historia, por más que fuera al mismo tiempo una de las más boyantes en cuanto a la hegemonía del Imperio español en el mundo. Una de las principales culpables fue la Inquisición, el Santo Oficio, que ejercía una brutal represión que se muestra en la película con toda su crudeza y con altas dosis de credibilidad.
Por otro lado, la película incluye una reflexión acerca de las mentiras del arte, de la hipocresía de la mirada del artista (magnífica la escena en la que el Rey, interpretado por Randy Quaid, se lo explica a Goya de forma implícita tocando el violín), y todas las escenas que muestran el proceso creativo del pintor son tan fascinantes como su obra.
Así pues, Los fantasmas de Goya es un film que merece verse, como todos los de Forman, desde que debutara en Checoslovaquia con el documental Concurso. Aunque luego se le puedan poner todas las pegas que se quiera.
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