lunes, 13 de noviembre de 2006

Juega y muere

Películas de terror como Stay alive son las que dan mala prensa al género. Y es que buena parte del público se empeña en meter en el mismo saco toda película que muestre a sus protagonistas (por lo general, adolescentes) muriendo sucesivamente en manos de cualquier psicópata o fenómeno paranormal.



Pero debería resultar diáfano que existe un abismo entre aquellas películas que parten de dicha premisa para usarla de forma ocurrente o divertida, de aquellas otras que se limitan a hacer avanzar la historia hasta que el espectador no puede más y desea que se dé por finalizado el suplicio (el de los personajes del film y el suyo propio).



Y es que no es lo mismo, por ejemplo, la divertidísima y socarrona trilogía de Destino final (con algunas de las muertes más exageradas y circenses jamás vistas) que esta Stay alive, de la que se ha llegado a decir que es casi un remake inconfeso de Ringu -o, ya puestos, de The Ring (La señal)- sustituyendo la cinta de vídeo por un videojuego cuyo nombre da título a la cinta.

Y es que en Stay alive, la película, todos los que juegan una partida de Stay alive, el juego, mueren (o casi).



El videojuego citado parte de la historia real de la condesa Bathory, que (entre otras tropelías) mató a cientos de chicas jóvenes para bañarse en su sangre, pensando que así se mantendría eternamente joven. A partir de ahí, la historia del film es simplemente más de lo mismo, y lo mismo daría que en lugar de la Bathory habláramos de Jack el Destripador o el Demonio de Tasmania de la Warner: los personajes (que al respetable público le importan un comino) van muriendo sucesivamente de forma similar a como sus personajes ficticios murieron en el videojuego.



Lo más lastimoso del asunto es comprobar cómo se desperdicia el dinero: Stay alive es una cinta de presupuesto digno, con efectos especiales conseguidos, una cuidada fotografía, etc., todos ellos méritos que se diluyen por culpa de lo estúpido de su argumento y lo intrascendente de la labor de su realizador, William Brent Bell. Para esto, preferimos cintas como Hatchet, que también son más de lo mismo, pero que no intentan engañar a nadie. Stay alive sí lo intenta, a duras penas, y no lo consigue ni por un momento.

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