Uno de los mayores placeres, que ya es decir, de entre los que me ha deparado la asistencia a dos ediciones de la Semana Negra de Gijón, ha sido conocer al escritor argentino Raúl Argemí. Natural de La Plata pero residente en Barcelona desde hace años, Argemí se ha convertido con paciencia y sin muchos aspavientos en un auténtico escritor de culto, un imprescindible de la narrativa negra latinoamericana.
Ayer tuve el placer de terminar Siempre la misma música, editada (como las anteriores novelas suyas) por Algaida. Su último libro, ganador del Premio Tigre Juan 2006, es una road novel fronteriza, que entronca con la tradición de novelas negras protagonizadas por losers, perdedores marcados por la tragedia de un destino fatal.
El protagonista de la novela es el Negro Benítez, un delincuente de baja estofa que recibe un encargo del Polaco, un mafioso local: transportar un cargamento de droga hasta la frontera con Chile. Como el lector imaginará, las cosas se complicarán bastante...
Quizá la trama de la novela no esté a la altura de, por ejemplo, su maravillosa Penúltimo nombre de guerra, pero Siempre la misma música demuestra una vez más que estamos ante un autor cuya obra merece la pena seguirse; una bibliografía marcada por el uso de la palabra precisa, por la ausencia total de paja literaria, y que como Rodolfo Walsh -según afirma Argemí en la ocurrente dedicatoria de la novela-, cada día escribe mejor. Con la diferencia de que Argemí permanece en el mundo de los vivos, y por ello podemos seguir esperando de su pluma muy grandes ficciones sin miedo a quedar decepcionados.
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