"Hay tantas verdades como hombres. De vez en cuando, alcanzo a vislumbrar una Verdad más verdadera, escondida entre simulacros imperfectos de sí misma, pero en cuanto me acerco, se agita y se hunde más todavía en la espinosa ciénaga del desacuerdo."
Precisamente anoche terminé la primera parte de la novela, "El Diario del Pacífico de Adam Ewing", ambientada en 1850... y que termina in medias res de forma brutal. ¿Adónde nos llevará ahora el prestidigitador que la firma?
Tengo que confesarles que llevo trabajando en una novela desde hace mucho tiempo, con un largo parón de inactividad que terminó hace un par de meses. Como a Enrique Vila-Matas, lo que más me mueve a escribir son algunos libros, algunos autores, cuyo sentido de la narración lo llevan a uno a poner por escrito su visión del mundo. El autor de Historia abreviada de la literatura portátil confesaba en una entrevista que, antes de ponerse a escribir, siempre leía (o releía) unas páginas de alguno de sus escritores favoritos.
Creo que hay escasas dudas, y aun llevando leído muy poco, acerca de que el libro de Mitchell sea, como la obra de Nabokov, como las novelas de Auster, de esas pocas muestras que lo llevan a uno a sentirse inspirado y ponerse al teclado.
Gracias a Mitchell escribí hace un par de días el último párrafo de mi novela. Ahora sólo queda casi todo lo del centro. ;-)
[En la foto, David Mitchell.]
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